Tercera semana en Chicago y nuestro grupo sigue disfrutando al máximo junto a su monitora Rocío ¡Ella nos lo cuenta en detalle!
Se va acercando el final de nuestra aventura estadounidense… pero no vamos a estar tristes (todavía), vamos a festejar que seguimos aquí, ¿y cómo les gusta a los estadounidenses celebrar los acontecimientos? Alrededor de un evento deportivo, y como el mundial de “soccer” y Wimbledon no han sido suficientes, vamos a probar con un poco de ¡Baseball!
En Chicago hay dos equipos de baseball que tienen a la ciudad dividida, los Cubs y los White Sox, ¿y con quién vamos nosotros? Con los Sox, porque son los que vamos a ver jugar. Así que es el momento de pedir a nuestras familias estadounidenses que nos presten todo el atrezo deportivo que tengan por casa, gorras, camisetas, dedos de gomaespuma, guantes, y todo cachivache que nos guste pero de los White Sox, claro. Tenemos muchas reglas que aprender sobre el baseball, pero la primera de ellas y la que más nos sorprende es que no hay que estar todo el rato sentados viendo el partido, sino que hay que levantarse cada cierto tiempo a por comida de la que venden en los pasillos del estadio. Según aprendemos, así es como más se disfruta el partido, viéndolo de manera intermitente pero disfrutando de un perrito caliente, un “funnel cake”, una limonada e incluso ¡unos churros!
No solo disfrutamos del partido, sino que nuestro coordinador de Estados Unidos colabora con los White Sox y nos llevó durante un rato a disfrutar del juego con la mejor vista. Por si todo esto fuera poco, nuestro equipo consigue tres “homeruns” y cada vez que consiguen uno lanzan fuegos artificiales y el estadio entero se viene arriba. Y como no, ¡ganamos! Así que al terminar el partido hubo un espectáculo piromusical, de fuegos artificiales coordinados con música. Todavía estamos asimilando lo afortunados que somos.
Esta semana, después de este pedazo de fin de fiestas, con pirotecnia incluida, nos toca empezar un poco más tranquilos, que aunque somos jóvenes, tanta emoción no hay cuerpo que la aguante. Así que vamos a dar un paseo por Lincoln Park Zoo, un zoo modesto, pero que tiene mucho encanto y unos animales maravillosos y luego para tener una tarde totalmente relajante, nos vamos a la playa. ¿Playa? Os preguntareis, pero si Chicago no es una ciudad costera. Cierto, pero tiene un lago de casi 58.000 m2 que solo se diferencia de la playa en que su agua es dulce. Así que Chicago tiene su playa artificial, pero playa al fin y al cabo. Así que hemos pasado un día genial, el tiempo nos ha acompañado, el agua no estaba tan fría como nos habían advertido, hemos enterrado en arena a alguno que otro compañero y compañera, hemos jugado al futbol y al voleyball, eso sí, bien protegidos con nuestra crema solar eh?
Nos venimos de viaje con la maleta cargadas de expectativas, de ilusiones, de ideas preconcebidas y conforme van pasando los días, y vamos realizando las diferentes actividades esa maleta se va vaciando poco a poco, y casi sin darnos cuenta un día somos conscientes de lo poquito que nos queda por vivir aquí, y lo tristes que nos pone el pensar que todo tiene un final, pero es entonces cuando, cabizbajos cogemos nuestra maleta para volver a casa…y no tenemos fuerza para levantarla, y resulta que pesa mucho más que antes, porque ahora esa maleta que parecía vacía, está llena, llena de recuerdos, de vivencias, de amistades, de fotos, de muchas fotos, de vídeos, de anécdotas, de risas, de música, de mochilas verdes, de viajes en tren, ¿he dicho fotos?, está llena de de ocasiones en las que hemos compartido, nos hemos ayudado, llena de amigos de aquí y de allí, y llena de aprendizaje, lo que hemos aprendido y lo que hemos enseñado. Ahora que lo pienso…no sé si Iberia nos dejará facturar unas maletas tan pesadas.
Pero no digamos adiós tan pronto, todavía nos queda pasar el día en un parque de atracciones y la fiesta de despedida, va a ser una semana muy intensa, pero eso ya lo contaremos a la vuelta.
¡Nos vemos pronto!