Nuestros #AHstudents del programa de Verano Inmersión Maryland ya han acabado esta experiencia. ¡Estamos entusiasmados por compartir todo lo que han vivido estos últimos días! Ariadna, su monitora, nos cuenta las actividades que han realizado y nos envía fotos de todos. ¡No te lo pierdas!
23 de julio
El gran día había llegado. A las 7 de la mañana nos subíamos al bus rumbo al destino soñado: ¡Nueva York! El madrugón merecía la pena si la recompensa era pasar unas horas más en la ciudad que nunca duerme. Los chicos y chicas eran incapaces de ocultar su emoción y, nada más observar los rascacielos en el horizonte, no dudaron en pegarse a las ventanas para no perderse ni un solo detalle. Obviamente no podía faltar la música para acompañar este momento de película. Canciones como Welcome to New York y Empire State of Mind sonaron de fondo desde los móviles de algunos de ellos.
Empezamos nuestro recorrido subiéndonos al Staten Island Ferry desde el cual pudimos contemplar la Estatua de la Libertad, nos bajamos en Battery Park y caminamos hasta el toro de Wall Street, continuando por el distrito financiero hasta llegar a un pequeño restaurante, en busca de la verdadera pizza neoyorquina. ¡Y tanto que la encontramos! Jen, quien había vivido unos años en Long Island, nos llevó hasta el sitio perfecto, con un manager que se volcó en atendernos aun siendo un grupo tan grande. No olvidaremos su amabilidad.
Luego, pusimos rumbo al World Trade Center y subimos a la Freedom Tower, el edificio más alto en el hemisferio norte. La veas desde donde la veas, Nueva York es una ciudad que te roba el aliento. Desde allí, nos dirigimos al Memorial del 11S y tras unos instantes de reflexión, algo a lo que invita este monumento, continuamos con nuestro recorrido hasta el Chelsea Market. Los chicos y chicas tuvieron tiempo para descansar y comprarse la cena antes de dirigirnos al highlight del día, por no decir de todo el tiempo que han pasado en Estados Unidos. ¡Times Square de noche! Creo que hablo por todos cuando digo que es un momento que no olvidaremos.
24 de julio
Después de un día tan intenso como el anterior y una noche en la que los chicos y chicas decidieron priorizar su compañía a reponer el sueño, nos esperaba un día casi tan movido como el anterior. Nos bajamos en Central Park y disfrutamos de una mañana tranquila caminando entre árboles y estanques y seguimos nuestra ruta de camino a la catedral de St Patrick hasta el Rockefeller Center. Aquí decidimos dejar que los chicos y chicas tomaran un poco las riendas y decidieran qué cosas querían hacer por último en Nueva York. ¡Casi todos querían volver a Times Square! Dieron mil y una vueltas a la famosa plaza en busca de souvenirs que llevar a la familia (algunos tanto a la biológica como a la americana) y de ofertas para sí mismos.
Cuando tocó el momento de volver a Salisbury, nadie quería despedirse de esta ciudad tan mágica.
25 de julio
Con una mañana para terminar de hacer las maletas y descansar después del viaje a Nueva York, por la tarde nos esperaba la fiesta de despedida. Los chicos y chicas preparan comida española para sus host families: tortillas, salmorejo, patatas bravas, pa amb tomaquet, ensaladilla rusa, croquetas, torrijas…¡Todo un banquete! Ese día también aprovecharon para firmarse las banderas americanas como forma de sellar y recordar estas cuatro semanas juntos.
26 de julio
Llegó el momento de decir adiós. Por última vez, las familias nos dejaron en el parking de la Universidad de Salisbury y después de cuatro semanas, se hacía duro despedirse tanto de las personas como del lugar en sí. Hubo lágrimas, abrazos y promesas de volverse a ver pronto, de llevarse en el corazón y recordar este verano para siempre. La despedida se alargó, ya que nadie quería poner distancia pero fue inevitable y no mucho más tarde, pusimos camino a Washington D.C. Fue durante este trayecto que decidimos darles una última sorpresa a los chicos y chicas y paramos en Crumbl Cookie. Llevaban desde que pusieron un pie en Estados Unidos insistiendo en ir, así que no podíamos permitir que se volvieran sin cumplir con su deseo.
Tras esta pequeña pausa, nos adentramos en la capital. D.C también era algo digno de contemplar. Empezamos por el monumento a Abraham Lincoln, el memorial de la Guerra de Corea y la Segunda Guerra Mundial y continuamos con el monumento a Washington y La Casa Blanca. Después, los chicos tuvieron tiempo libre para visitar museos, comprar souvenirs o caminar hasta el Capitolio y a las 16, pusimos rumbo al aeropuerto. Este pequeño viaje nos proporcionó la distracción que necesitábamos para olvidarnos de la tristeza de la separación.
27 de julio
Madrid nos recibió tan calurosa como era de esperar. El cansancio de estos días tan ajetreados y la segunda despedida que nos tocaba enfrentar, nos dejaban con una sensación agridulce. Antes de salir de la zona de recogida de equipajes hubo un par de lágrimas, pero todo fue olvidado ante el (este sí) agradable calor de la recibida familiar. Olvidados fueron tanto el cansancio como la tristeza y ahora solo quedaba espacio para los abrazos y las sonrisas.
Ariadna
